Estar en cama y pasando por un leve desprendimiento de placenta me ha hecho pensar en la importancia de ella en la vida de mis hijos: Javi, y de este nuevo ser que crece en mí; pero también en la de Alex, mía, de mis padres y mis ancestros.
Recuerdo que en algún punto llegamos a esta conversación con Isabel, mi doula, sobre lo que sería la llegada de Javi al mundo y también de su placenta. Hasta entonces para mí solo era algo más que mi cuerpo había preparado para proteger a Javier, ese filtro por el que recibía nutrientes y oxígeno, más no había reparado mucho en ello. Isabel me dijo: es quien cuida de Javi y merece ser honrada.
La placenta es ese vínculo lleno de historia familiar pero también de una magia indescriptible. Es difícil para mí usar esa palabra, magia. Me parece que es un término tan usado de manera indiscriminada que se oye prosaico, pero no tengo nada más para describirla. Está llena de un misticismo que no había contemplado antes, hasta que pude observarla así, en toda su belleza, formando un hermoso árbol, el árbol de la vida; y si algo en verdad es mágico en este mundo, para mí, es el origen de la vida, ahí se encuentra algo que se acciona más allá de la voluntad de los padres.
Antes de seguir escribiendo me cambié de ropa, necesitaba sentirme renovada pero cómoda y saque una pijama de maternidad del cajón, y agradecí que su sistema de lactancia me permitiera alimentar a Javier mientras estaba en la cama, además de que es calentita y suave, es como un apapacho que en verdad necesito. Estamos pasando por un proceso, mi cuerpo, la placenta, mi bebé y yo; y quiero abrazarle hasta con las acciones mínimas porque, si bien no es parte del tratamiento indicado, creo que la ternura siempre es una buena medicina. Sintiéndome renovada y cómoda, en contacto conmigo misma, seguí escribiendo esta nueva entrada del blog de una madre.
Recuerdo que la primera vez que observé una placenta fue cuando nacieron los gatitos de Ginger, mi gatita de la infancia. Con cuidado preparé el lugar donde nacerían sus pequeños y llamé a mi madre para que la acompañara. Ella nos dejaba entrar de tanto en tanto a ver a los gatitos y observé a uno de ellos nacer y su placenta después y Ginger se comió la placenta. Me pareció muy raro y algo asqueroso a mis ocho años, pero mi mamá me dijo que la necesitaba para poder seguir con el parto del resto de sus gatitos.
Cuando me preparaba para el final de mi primer embarazo y al sacar el tema con Isabel, recordé eso, entre todo. Pensé que la naturaleza es sabia y que nosotros habíamos perdido eso. Yo nací en un hospital muy bello y aunque mi mamá conserva el cordón umbilical de sus tres hijos, es todo. Entonces la placenta se clasificaba como un desecho más del parto. Sin embargo, no lo es, es un órgano más, ¡es un órgano que se crea, y tiene una vida de 40 semanas!, después envejece y muere; pero también es gemelar de cada nuevo ser, ambos crecen a la par. La maravilla de la composición de ese órgano es que se forma a partir de las células de la madre y del hijo: el componente materno es una transformación de la membrana o mucosa uterina, y el componente fetal, sale de las células del nuevo ser (trofoblasto). No puedo pensar en una frontera más linda entre el ser y prevalecer, entre aquello que fuimos y la promesa de lo que será.
Isabel me explicó que contiene la información genética de Javi, pues tiene sus células, pero no es todo. Que una vez afuera podríamos verla, leerla y más tarde, cuando nos fuera posible, podríamos honrarla, pues ha sido ese hilo conductor que trajo a mi hijo a este mundo. Recuerdo que tras el nacimiento de mi pequeño debimos esperar a que ella también naciera, que su ciclo poco a poco parara. Alex y yo le pedimos a nuestra ginecóloga que nos dejara la placenta junto a Javi hasta que dejara de latir, después Isabel la guardó con cuidado. Contemplamos juntos la maravilla de una entidad que marcaba la vida anterior de Javi y cedía su paso a una nueva, una en un medio de aire y no de agua como los 9 meses previos.
Días después Isabel la trajo a casa, hicimos una impresión en papel amate con ella y nuestras manos y guardamos un poco para la posteridad. Ver ese árbol de vida me atrajo a la tierra de una manera única. Al observar su impresión en el papel y conocer su mística gracias a Isabel entiendo que en ella estamos contenidos todos: Javi, Alex y sus padres, abuelos y ancestros, así como yo y los míos. Ahí está escrito nuestro linaje, el todo que se ha conjugado para que Javier pueda existir. Y entendí lo importante de su existencia en nuestras vidas. También con la placenta hicieron unas cápsulas para mí que me ayudaron mucho en este camino de ser por primera vez mamá.
Ahora que pienso en todo ello abrazo con cariño mi vientre y le pido a esta nueva placenta que sane, que se mantenga fuerte y que siga siendo ese puente entre este mundo exterior y el interior en el que el bebé habita. Le hablo bajo y con cariño, le pido que resista un poco más y que crezca, la bendigo y bendigo a mi bebé con ella, pues son ambos aquello que yo espero al final de mi embarazo.