Lactancia de mi segundo bebe, nuevos retos, nuevos aprendizajes

Lactancia de mi segundo bebe, nuevos retos, nuevos aprendizajes

Cuando hace unos meses me enteré de que volvería a ser madre, las preguntas no dejaron de surgir. No pude evitar sentir una enorme emoción dentro de mí, a la vez que un aura de miedo del mismo tamaño.

Sin embargo, el primer pensamiento al saber lo que se avecinaba fue que después del primer hijo, todo sería más fácil. Después de todo ya tenía la experiencia y la práctica, ¿Qué podría salir mal?

Compartir el proceso de la lactancia con Javi, fue una situación que nos hizo aprender mutuamente, me hizo sentir que no era tan malo como lo pintaban. Me hizo abrazar y amar esta fase, me hizo darme cuenta que no debía avergonzarme de mi cuerpo y que era natural sacarme el pecho para amamantarlo.

Y así fue que, con los aires de alguien que lo sabe todo, deseché las ideas que rondaban mi cabeza cuando mis amigas me dijeron que cada bebe y cada lactancia es un mundo porque, después de todo, no creí que fuese a ser muy distinto.

A pesar de sentirme la mamá más preparada para recibir a mi hija, entre más cerca estaba la fecha de su llegada, la ansiedad comenzó a rondar mi cabeza junto con el miedo de que esta vez todo fuese diferente, de sentir dolor o que todo sea completamente distinto a lo que he planeado.

Alex trató en innumerables ocasiones tranquilizarme junto con Javi, me brindaban todo su apoyo y me reconfortaban, pero lo que sentía dentro de mí en esos momentos me superaba.

A pesar de todo lo que aquejaba a mi cabeza, me dispuse a esperar el momento en que Lucía apareciera; fuese como fuese, su llegada al mundo debía ser esperada y celebrada.

Las preocupaciones pasaron a segundo plano, tomando su lugar la ilusión para esperar la llegada de Lucía y con esa misma emoción, prepare todo en casa para ella, cualquier cosa que fuese a ser necesaria, su ropa, su habitación; pero también todo lo que necesitaba para la lactancia, mi bata descubierta del frente para nuestro apego temprano cuando Lucía estuviera por fin con nosotros, mi blusa de lactancia para cuando las visitas aparecieran, mi pijama de botones para estar comoda, no podía dejar de imaginar el momento en que Lucia estaría prendida de mi por fin tomando de mi pecho piel a piel, sellando por fin esa conexión nuestra tan única.

Lucía no podía esperar por conocer a su maravillosa familia, así que decidió nacer una semana antes de lo esperado y en menos de lo que pude reparar, Lucia se encontraba enganchada a mí, buscando mi pecho con fervor. Los primeros días fueron mejor que lo que los escenarios previos habían creado en mi mente, Lucia ganó peso y se convirtió en una beba muy sana.

 

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Sin embargo, al pasar la primera semana, Lucía no paraba de llorar cuando estaba tomando pecho, lloraba como si la leche nunca terminara de ser suficiente para ella. Dentro de su desesperación, trataba de chupar con ganas como si eso fuese hacer que saliera más leche, luego lo soltaba exasperada y esto se repetía todo el tiempo.

 

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Debido a la intensidad con la que chupaba, mis pezones comenzaron a mostrar los signos de estar cansados, se agrietaron rápidamente. Lucia quería estar todo el día enganchada a mí para tomar más pecho, pero mi espalda ya no daba para más. La situación llevaba semanas, los comentarios de la familia no dejaban de aquejarme; “tu leche no la llena”, “talvez el sabor de tu leche no le gusta”. La presión de darle formula se hicieron notar y la frustración comenzó a apoderarse de mí.

Mi mente me sentenciaba con afirmaciones y preguntas negativas; ¿por qué todo es más difícil que la primera vez? Ya no quiero hacer esto, no puedo más. No sé qué hacer. Mi prioridad es mi bebé, que este sana, pero ni siquiera eso puedo hacer bien. ¿Es que me he convertido en una mala madre?


 

Inmediatamente trataba de hacer desaparecer esos pensamientos al ver a Javi, que con su inocencia trataba de calmar a su hermanita y le decía palabras lindas, mientras Alex no se separaba de nuestro lado. Esas escenas eran las que me hacían saber que no estaba sola y que tenía una familia maravillosa que me ayudaría a superar esta etapa.

La lucha emocional y dolorosa era latente y su aura se apoderaba de cada espacio de la casa; no pude esconder lo difícil que todo se estaba tornando y se reflejaba por las paredes de todo el espacio, el ánimo había decaído y mi tristeza se contagió a cada miembro y a cada centímetro de mi hogar.
Supe que esta no era la manera en la que quería llevarlo, que no quería que Javi viera a su mami triste.

Mi mamá, mi suegra y mi grupo cercano de mujeres que comprendían mi sentir, me ayudo a saber que no tenía que llevar este proceso sola y que a veces no está mal pedir ayuda, así que acudí con una asesora de lactancia certificada que me dio mucha información y consejos al respecto, pero sobre todo me hizo saber que era algo muy común y que es una etapa que pronto pasaría, que debía estar tranquila para que Lucia también lo estuviera.




Decidí confiar y eso me llevo a saber que siempre debo dar amor y no culpa, entendí que, si podía hacer algo tan maravilloso como dar leche, también podía dar ese amor y cariño a Lucia y hacerla sentir que la comprendía y que estaba en su frustración con ella y que tenía bien presente que no solo yo la estaba pasando mal.

Aunque quizá no entendiera mis palabras, sé que me sentía, que tenía presente nuestra conexión y la hacía entender que las dos juntas podríamos sobrellevar esto de la mano con amor y paciencia y que a pesar de las dificultades que habían surgido en el camino, nada era culpa suya ni era culpa mía; simplemente era parte del proceso del cual algún día tendríamos hermosos recuerdos.

 

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