Las historias de nacimiento que te encuentras en el psicoprofiláctico.

Las historias de nacimiento que te encuentras en el psicoprofiláctico.

Regreso de una sesión enriquecedora de nuestro curso psicoprofiláctico. Cada vez me alegro más de haber llegado a este grupo en específico, todo fluye en armonía y me han planteado algo que aún debo pensármelo muy bien: un plan de parto. Y escribo que yo debo pensármelo, pero sé que debo hacerlo junto con Alex.

Taler de psicoprofilactico
No fui la única del grupo que se quedó con esa idea dando vueltas en la cabeza. Algunas de nosotras decidimos tomarnos un tiempo tras la sesión para hablar, pues, aunque algunas estamos en el segundo o tercer embarazo, otras son primerizas. La pregunta estaba en el aire, y ya relajadas en ese bistro tan coqueto a una cuadra del lugar en que tomamos el curso, una de las mamás primerizas fue directa: “¿quién de ustedes tuvo un plan de parto antes?“ Era interesante porque yo no recordaba haber hecho algo detallado, es decir Alex y yo sabíamos algunas cosas que podíamos querer o no, pero fue la presencia de Isabel quien nos guío en el nacimiento de Javi, no como quien decidía, sino como quien nos orientaba. Sé, por ejemplo, que el hecho de que ella estuviera presente en el parto me sirvió mucho para mantenerme enfocada todo el tiempo y consciente de cada paso.



Recuerdo que alguien en la mesa dijo que quizá ese ejercicio que nos pedían era muy bonito, pero la realidad es que es poco probable que realmente suceda, porque “los médicos son médicos y en la sala de parto su nombre es ley”. El silencio tomó su lugar en la mesa. Recordé mi primer curso, en él tenía una compañera, a la que llamaré Nelly, por aquello de la discreción. Ella estaba casada con un doctor, un otorrinolaringólogo con cierta reputación, vaya, era el que te recomendaban siempre. Él asistía muy puntual y se veía muy participativo en las sesiones en que había trabajo físico, cuando aprendíamos ciertas técnicas y a respirar. Ella decía que tenía mucha ilusión de tener un parto natural, pues era su primer embarazo. El esposo le sonreía y a veces le daba un beso en la frente, pero había algo peculiar en ese gesto. Con el tiempo entendimos el asunto, si bien ese era el plan de Nelly, él y su ginecóloga, de alguna manera le habían planteado los beneficios de un parto por cesárea. Es decir, cosas como que pasaría por menos dolor y era más seguro porque todo estaría en manos de los médicos y el equipo que ya estaban formando para su parto, todos eminencias en su campo, desde el anestesiólogo, hasta las enfermeras de neonatología y por su puesto la doctora que tenía una amplia experiencia en partos asistidos. En ese momento sentí un escalofrío bajando por mi espalda, “una amplia experiencia”, es decir, prefería el cuchillo sobre un parto natural, pensé. A mí nunca me pareció una opción, digo estás consciente de que hay veces en que es necesario, pero tanto como planearlo así, directo, me parecía excesivo. Iba a contar esa anécdota, pero guardé discreción, creo que no quería llevar la plática hacia esa dirección. En mi mente escuchaba a mi amiga América con su frase “hombres blancos, de batas blancas, cabezas blancas y…” bueno lo demás me lo reservo. Siempre empezaba a hablar del bárbaro Julien Clement, a quien “le debemos estar echadas sobre nuestras espaldas y sufriendo para parir en una posición cómoda para los médicos y la mejor visión para el rey, no así para la mamá o el bebé. Si me preguntas, mi voto es para Luis XV –completaba–, mira que, aunque fuera por razones egoístas, como prevenir la muerte en el parto de la madre o el bebé para tener un ejército nutrido, al menos ese rey francés tuvo la inteligencia de poner a las mujeres en manos de mujeres y hacer de Angélique du Coudray la instructora de matronas por toda Francia. ¿Has visto su maniquí de trapos, telas, cartones y otros materiales, de la pelvis, útero y el resto del cuerpo para mostrar la fisionomía femenina e indicar las técnicas adecuadas para el parto? Vaya, hasta un bebé de tamaño real tiene. Imagina, en los 1700, esa mujer hizo cosas con las manos que yo no me imagino poder hacer con tantos recursos actuales, ¡y lo hizo por las mujeres! Eso sí, debió tener el «permiso» de un hombre, y que además era rey; pero entrenar a 5000 mujeres… un ejército de parteras. Quiero mi propio ejército acá y que su mandato sea ley, no de esos hombres que crean medicina para mujeres desde sus cuerpos y psiques de hombres”.

La "machine" de Mme du Coudray, sage-femme
Author:Ji-Elle
URL: https://commons.wikimedia.org/wiki/user:Ji-Elle

Una de las presentes, a quien llamaré María, contó que su primer parto no fue como la había soñado. En ese entonces las cosas eran muy distintas para ella. Era muy joven y estaba sola, pero de alguna manera no le iba mal, siempre fue buena con las ventas. El problema fue que hubo una crisis por el H1N1, las ventas se fueron al suelo, de por sí era temporada baja cuando arribó la enfermedad y esperaban repuntar en vacaciones, pero con la epidemia fue imposible, se quedó solo con el sueldo base que era casi el mínimo. Así, su plan se esfumó, los ahorros los fue consumiendo para el día a día y tuvo el parto en un hospital público: “una experiencia que no quiero repetir, hay un sinfín de acciones que suceden y que son violencia obstétrica”. Confesó que estar embarazada ahora en plena pandemia le hacía recordar lo mal que lo pasó en la ocasión anterior, pero esta vez se sentía más confiada. Su historia abrió el diálogo de por qué no podemos tener partos dignos o respetados dentro del sistema de salud, y que necesitamos pagar para tener algo que por derecho deberíamos de tener todas las mujeres del país. Recordé a mi amiga Alexandra que vive en el País Vasco, ella usó el TENS

como técnica no farmacológica para alivio del dolor en el parto, pues se lo proporcionaron en el servicio público. La verdad es que cuando me contó me dio un poco de envidia pensar que tuvo opciones para el manejo del dolor dentro del sistema público de salud.

Por último, una mamá que llamaré Angélica, quien ya está en el tercer trimestre, nos dijo que ahora debía de elegir un nuevo doctor o doctora. Le preocupa que a tan corto tiempo para el parto debe de buscar un nuevo tratante, pues el actual no permite que la acompañe la doula. Le dijo que “eso (la doula) estaba bien si quería que le acompañara en el proceso de embarazo, pero que, en el parto, en especial ante cualquier complicación, solo sería una persona más en medio del campo de acción”. Esas palabras se me quedaron en la mente: campo de acción. ¿En serio eso era? Imaginaba una sala de expulsión muy agitada y todos hablando y el médico como general mandando a hacer a todos lo que estaba “en el guión”, incluida la madre y el niño por nacer. Le di la mano por empatía, hace unos meses pasé por lo mismo porque mi anterior médico tiene fama de hacer cesáreas a conveniencia y mi sueño para el parto de Lucía es mucho mejor, más consciente que con Javi. Quiero disfrutar cada paso, cada minuto.

Vaya y yo que creía que no podía hacer un plan de parto. Escuchar estas y otras anécdotas más, me hizo darme cuenta de algunas cosas que quiero y otras que no. Sin duda quiero a Isabel a mi lado y que Alex y Javi tengan una participación activa al recibir a Lucía. Quiero que Javi esté y eso no es algo tan común, aún ahora. De niña me metieron de contrabando a los cuneros para que conociera a mi primo Daniel. Claro era otra época, pero aún hoy que lo pienso me parece raro que solo mayores de edad pudieran ver a los niños recién nacidos. De dónde sino pensarían que llegan sus hermanos. Sería como el dicho, y a mi hermanito lo compró mi mamá. Bueno algo así fue con mi hermana menor, el recuerdo es muy vago, éramos una familia de 4 integrantes, y luego que mamá se fue unos días, y a su regreso ya éramos 5.

Me doy cuenta de que se me hace tarde. Creo que deberé repasar mejor lo que es un plan y entonces con Alex empezar a imaginar ese día y poner lo que esperamos en papel. Miro de lejos mi closet y repaso qué ropa puedo usar después de darme un baño en cuanto termine de escribir; no iré con los leggins de maternidad que traigo, sacaré los pantalones de vestir de maternidad, y el suéter rojo con detalles en negro, que se ve muy chulo, y que además oculta muy bien su sistema de lactancia. Necesito alistarme para ir por Javi.

Antes de poner punto final pienso que ese plan por escrito será un bonito recuerdo para el álbum de Lucía, le diré a Javi que me ayude a decorarlo.


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