Las náuseas y los antojos: las dos caras del embarazo.

Las náuseas y los antojos: las dos caras del embarazo.

Me siento a escribir esta entrada del blog con una sonrisa en los labios y un poco de chocolate en los dedos. He tenido que limpiar la “M” del teclado. Antes de sentarme a escribir descubrí una deliciosa sorpresa de Alex en el refrigerador: una rica rebanada de mi pastel favorito, eso sí, pequeña: Tarta Sacher. No es extraño que me guste el chocolate, cuando era niña pensaba que la felicidad se puede comer y sabe a este rico pastel, terso y dulce. La tarta tiene un bizcocho de chocolate, con un contraste ácido del relleno de mermelada de albaricoque y es coronado por una cubierta muy tersa de, sí, adivinaron, más chocolate.

Las náuseas en el embarazo

Por encima del pastel me dejó una nota: “para la hora del antojo. Tu Lex”. La sonrisa al verlo fue doble, pues hace mucho que no le digo Lex. Es un juego de palabras producto de una confusión que hubo cuando nos conocimos, en una fiesta. Yo solo escuchaba “Lex” de Alex a causa de la música, y por una semana le llamé Lex, pensando que así se llamaba y yo había escuchado mal. Recordarlo me hace reír de nuevo. Aunque ya pasé mi etapa de malestares, en realidad nunca tuve tantas nauseas o ascos. Qué distinta es mi reacción a este detalle, comparada con una situación similar en mi primer embarazo. Aquel día Alex quiso ser muy atento y consentirme de más, así que preparó un desayuno que implicó mucho esfuerzo y no dudo que hasta asesoría de su madre. Eran unos hot cakes con distintos toppings, mermelada, miel, cajeta o crema batida, lo que yo escogiera y unas fresas cortadas y puestas como pétalos de flor, jugo de naranja y un poco de tocino porque me gusta esa combinación tan extranjera de miel maple y tocino. Yo desperté con repulsión por el olor del tocino que se esparció por el departamento mientras Alex lo cocinaba. Pasé un largo tiempo en el baño batallando con las náuseas que cada tanto se exacerbaban a causa del olor, así que cuando llegué al comedor tenía cara de pocos amigos, abrí todas las ventanas y sentencié que más le valía comer todo o desaparecer esa tortura de olores, tomé una botella de agua fría para beber a sorbos esperando calmar las náuseas, una técnica que poco hizo contra este malestar en mi embarazo, y me encerré en la recámara hasta que no hubo un rastro de olor a grasa quemada.

Con Javi no solo eran náuseas matutinas, eran día y noche. Mi esperanza era que con el segundo trimestre desaparecieran, lo veía como una meta de resistencia, “solo unas semanas más me decía a mí misma”, pero nunca se fueron. Con el paso de las semanas me sentía de mal humor, tenía esta sensación de vacío en el estómago, pero a la vez nada de ganas de comer, bueno ni siquiera me apetecía mirar la comida. Cada mañana tomar el cepillo de dientes, ponerle pasta e introducirlo en mi boca, era un suplicio, había días que prefería ya no hacerlo y mejor comenzaba el día bebiendo agua hasta que me sentía con suficiente calma para comer pequeños bocados. Y no es un mito que la saliva cambia, pues hasta el agua me sabía amarga. Incluso, un raro día noté que Alex daba arcadas a causa de unos olores en la calle, ¿sería verdad eso de que hasta a los futuros papás les dan náuseas?, ¿o era por aquel dicho de que con nuestros besos se las contagiaba?, todo era nuevo.

Las náuseas en el embarazo

El tema del olfato tampoco ayudaba en nada, prácticamente no podía ir a la oficina porque con solo pasar por la cafetería del edificio me provocaba repugnancia, detectaba a metros la grasa quemándose en las cocinas, el desodorante artificial de los baños o hasta el olor a pies de algún sinvergüenza que se quitaba los zapatos. Me sentía frustrada y cansada. ¡Nadie me advirtió esa parte! Después, en vez de subir, bajé de peso y las ojeras que fui adquiriendo me angustiaron ¿Y si no estaba consumiendo suficiente alimento? ¿Y si no retenía nada y mi bebé no recibía lo suficiente para crecer?, me preguntaba. Ascos, náuseas, sueño y esporádicos mareos, yo decía “no estoy embarazada, ¡estoy enferma!”. A la batalla con mi cuerpo se unía un pensamiento de reniego sobre esta situación y venía el sentimiento de ser una pésima madre desde antes de que Javi naciera.

Una visita obligada con la obstetra sirvió para tranquilizarme, aunque la expresión en mi cara al inicio le hizo saber que no le creía, pues me dijo que era algo muy normal. Sin embargo, me recomendó que desde el principio monitoreara los niveles de glucosa, eso de bajar o subir demasiado de peso puede provocar una situación que en cualquier embarazada es mejor detectar de inicio. Como le pasó a Laura, con quien me topaba en las consultas con la obstetra; en una de esas coincidencias me contó que le habían detectado diabetes gestacional, una condición que no tiene síntomas, pero que puede ser muy peligrosa para la mamá y el bebé.

Las náuseas en el embarazo

Afortunadamente en mi caso todo estuvo bien, y mi peso fue aumentando proporcional y gradualmente conforme fueron disminuyendo los malestares. Me explicó que si bien hay mujeres que solo tienen un poco de náuseas los tres primeros meses, algunas como yo, podían experimentarlas todo el embarazo, y otras más no sentir nada. Sentí algo amargo crecer en mí al pensar en las que no sienten nada, ahora me arrepiento de ese sentimiento, porque, en mi segundo embarazo, no he tenido ninguna molestia de ese tipo. Pero volviendo a mi primer embarazo, la verdad es que nunca se fueron del todo las náuseas y el vómito esporádico. La doctora insistió en que, aunque no lo creyera, desayunar muy bien me ayudaría con eso. Es algo paradójico pensar que las náuseas matutinas se resuelvan ingiriendo comida. Me recetó hacer comidas pequeñas en cantidad, pero con periodos cortos entre ellas, con eso mantendría mi nivel de azúcar más estable y me evitaría problemas. También que tuviera a la mano algunas galletas tipo soda de mi preferencia, no soy tan fan de las que llevan escamas de sal, pero eso sí, me ayudaban un poco.

Ahora con Lucía es otra cosa, hasta el momento solo un par de veces me sentí ligeramente indispuesta, pero fue por el olor, mi olfato en ambos embarazos se ha magnificado. Confieso que le he dado rienda suelta a los antojos, no demasiado, para cuidar la alimentación y seguir vigilando que no tenga cambios bruscos en el peso, pero sí me lo permito de vez en cuando, y eso Alex lo nota. El otro día, dejé un envoltorio de mis galletas de mantequilla en la encimera después de salir casi corriendo tras una llamada para recibir un material para la casa azul. Me miró primero con ojos inquisidores que cambió por una sonrisa y unos besos. Me dijo al oído, con complicidad, que “para la otra le guardara al menos un par”. Nos reímos un rato.

Las náuseas en el embarazo

Pienso en lo distinto que este segundo embarazo ha sido para mí, y lo tranquilos y felices que estamos los tres esperando a Lucía. Ahora iré a cambiarme porque mi blusa con sistema de lactancia pagó por mi antojo y un poco del chocolate ha quedado en la manga. Aprovecharé para cambiarme mis leggings de embarazo por unos jeans o quizá el conjunto completo por un vestido de maternidad, y así ir por Javi y Alex para comer en casa de mi suegra, como le prometimos hace un par de semanas.

 

 

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