Los complejos cambios de humor de mi primogénito frente a la espera de su hermano o hermana

Los complejos cambios de humor de mi primogénito frente a la espera de su hermano o hermana

Hay días como hoy, en los que pienso en todas las cosas que pueden salir mal y al final, suceden. El fin de semana pasado preparaba a Javi para que se fuera con su tía, en espera de que un cambio de ambiente le distrajera y yo pudiera terminar los pendientes que se han ido acumulando. Sin embargo, al iniciar con el desayuno él se negó a probarlo. Pensé que darle su desayuno favorito: una panqueca de avena con fresas y plátano y un yogurt lo incitaría a comer, no como los días pasados en los que cada comida ha sido una lucha de voluntades, y en los que, hasta que Alex interviene pidiéndole que coma, podemos hacer que ingiera un poco de alimento.

Al inicio no parecía tener problema en convertirse en hermano mayor, hablamos con él, fuimos precisos en no decirle que jugaría con él porque pasará mucho tiempo antes de que ésto suceda, pero le explicamos que habría otro bebé en casa y que papá y mamá los querrían por igual. Aunque por ser pequeño tendríamos que ayudarle a muchas cosas. Juntos vimos su álbum de bebé y le dije que así de pequeño sería su hermano o hermana y que tendríamos que preparar la casa para recibirle. Que tendría sus propias cosas, un consejo que leí para evitar el  síndrome del príncipe destronado, porque, aunque soy de la idea de extender la vida útil de las cosas, y con eso ayudar al planeta, me di cuenta que aquello que nota como propio no podría yo tomarlo para el bebé, quizá en un futuro de él nazca compartirlo con su hermano o hermana. Incluso tuvimos una maravillosa excursión de compras. Pasé por un vestido de maternidad nuevo que se amoldara a mi nuevo cuerpo, pues no esperaba tener una pancita visible sino hasta en un par de meses, supongo que se botó más pronto por ser el segundo embarazo y aprovechamos para comprar también cosas para el bebé, seleccionamos juguetes y una manta. Sin embargo con el paso de los días todo ha ido cambiando.

En las mañanas debo sacar mi ropa con mucho cuidado, maldigo que la cómoda donde tengo la ropa de maternidad rechine cuando la abro. Ayer ya tenía en la mano el brasier de lactancia, abrí otro cajón para sacar la blusa de lactancia y estar cómoda y fresca en el día, pero el ruido despertó a Javi. Maldije por lo bajo pues cuando está despierto y ve que me voy al baño comienza a gritar para que lo cargue y lo lleve conmigo. Se abraza con tal fuerza que me ha dejado rojos los brazos y no hay palabras que lo calmen si me desaparezco de su vista aunque sea unos instantes. En el día parece que inicia una batalla con sus juguetes, sube, baja, grita, golpea los bloques unos contra otros; y si estoy al teléfono no hay poder humano que lo calme. Así que espero a que tome la siesta para realizar llamadas a proveedores y a la oficina.

Por la noche sólo quiere que yo lo acompañe a dormir. Nunca tuvimos problemas con la rutina nocturna, convencerlo de ir a la cama no era problema. Ahora comienza a ponerse irritable desde las seis de la tarde. Cuando le pido que alcemos juntos sus cosas se enoja, hace pucheros. Le explico que todo tiene orden y que primero debemos guardar para poder ir a dormir y entonces el llanto aparece. Algunos días estoy tan agotada de este estira y afloja que prefiero recoger yo todo, aunque la espalda me duela, antes de prolongar el llanto, pero entiendo que al hacerlo le resto independencia y traiciono todo lo que he leído y asumido para una crianza saludable y positiva. Para dormir ni siquiera el pecho logra tranquilizarlo, veo cómo suspira jadeante el aire. Las lágrimas que derrama ya sobre su cama al borde del sueño son las más amargas, no puedo conciliar que mi pequeño hijo, mi bebé todavía, tenga un sueño intranquilo por los sentimientos fuertes y encontrados que experimenta y que solo puede expresar llorando. A veces me siento culpable por no haber podido planear lo suficiente para que mi segundo embarazo sucediera cuando Javi estuviera más grande y pudiera expresar sus emociones.

  

El colmo ha sido esta mañana que salimos a recoger la correspondencia y recordé que tenía unos catálogos en la camioneta para terminar la propuesta de la casa Villaseñor. Así que volví por las llaves. El pitido de la alarma cuando retiré los seguros lo alertó y se acercó emocionado, me gustó ver esa chispa en sus ojos. Lo subí al asiento del piloto para poder examinar los papeles en la parte de atrás y empezó a jugar a que conducía, reía. Tras unos minutos le dije que debíamos volver a la casa y se negó. Tuve que cargarlo fuera de la camioneta y cuando me voltee para cerrar la puerta se dejó caer al suelo y empezó a hacer una rabieta. Mi niño casi perfecto y sin berrinches, era desde hace unas semanas, un niño que estallaba en llanto con prontitud pero nunca antes se había tirado al suelo. Me senté con él, le hablé, le supliqué que se levantara. Le expliqué que el suelo estaba muy caliente, pero a cada palabra su grito en llanto aumentaba. Los vecinos nos miraban: algunos con curiosidad, otros con desaprobación, y algunas mamás con cierta comprensión. Al final no tuve más remedio que cargarlo a la casa, a pesar del dolor de espalda y dejarlo en el living room a que se tranquilizara.

Por la tarde comenzó a dolerme el abdomen y hace rato noté un poco de sangrado en mi panty de embarazo, lo cual me puso en alerta. Pues aunque sé que un poco de ello no es algo inusual en el embarazo, me preocupa que está acompañado del dolor de espalda y uno intermitente en el vientre.

He hablado con Isabel, quien me dijo que no me angustie, pero que no deje de ir mañana al médico. Hice una cita con mi doctora mañana temprano. Espero esta noche poder conciliar el sueño.

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1 comentario

Acabo de leer el anticulo y como mamá de dos hijos no se pueden imaginar cómo me he identificado hasta se me salto la lagrimita, me encantó 🥰

Ale

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