Mientras sostengo al pequeño Hipo me pongo a pensar en lo que me falta por hacer: revisar la ropa de maternidad que aún tengo, adquirir otra blusa de lactancia, hablar con los clientes del proyecto de remodelación para diciembre y reprogramarlo. Reagendar las vacaciones y hablar con nuestro hijo Javier se han añadido a la lista. He resuelto un par de cosas, pero lo que miro es una montaña de cambios y siento una mezcla de ansiedad, dudas, alegría; y esta sonrisa enorme en mi rostro no da cuenta de todo por lo que estoy pasando. Bien lo dijo mamá: la maternidad no es fácil, claro que esa frase venía acompañada por lo general de una gran plática educativa a causa de alguna travesura o algo que hubiera hecho: nunca dimensioné el universo que habría detrás.
Al cabo de unos minutos de cavilaciones decidí abrir la laptop para dejar caer todas éstas en un documento de Word. A veces escribir me ayuda a pensar, y mientras seguía reflexionando imaginaba cuántas otras mamás como yo existimos en este instante en el mundo con las mismas dudas sobre un segundo embarazo. Me pregunté sobre los últimos días y pensé: ¿y si algo de lo que hoy vivo a alguien más le sirve? por eso me dispuse a crear estas líneas para el blog de una mamá que aún aprende a serlo. Estas palabras son para todas nosotras, porque a veces crecer y criar en comunidad es más fácil que intentarlo todo solas, eso lo aprendí de Isabel, mi doula.
Iniciaré por presentarme: soy Emma y junto con Alex hemos formado una familia que creció con la llegada de Javier. Él nació después de tener un hogar estable y largas charlas sobre lo que queríamos en su vida y en la nuestra. Hasta hace poco más de una semana en nuestra familia éramos nosotros tres, y a decir de Javi, también el hipopótamo de peluche que sostengo. A veces mientras él va al maternal tengo a Hipo cerca, así aún a la distancia, Javier se queda conmigo; y al salir, a demás de la bolsa y los diseños o la agenda, el pequeño peluche me acompaña a las actividades del día. Así que, después de una mañana ajetreada, lo sostenía para salir cuando pensé que quizás mi cansancio inusual podía ser más que estrés por la entrega del proyecto de la casa Azul. Antes de salir por Javier al maternal subí al baño a despejar la duda con el hipopótamo aún en mis manos. Descubrimos juntos la respuesta de la prueba de embarazo, Hipo lo supo antes que Javier.
Tendríamos un segundo hijo, pero cómo. Los detalles me quedan claros, pero suponía que aun pasaría al menos un año más antes de esto, que esperaríamos a que Javier creciera y que tuviera una mejor edad para tener un hermanito o hermanita. ¿Qué significará para nuestra vida un segundo embarazo?, ¿qué cambios tendremos que hacer?, ¿cómo empezar de nuevo?, ¿se empieza de nuevo?¿Cómo abrazar a un nuevo bebé si aún mis brazos se llenan con la figura inquieta y las sonrisas de Javier? Lloré un poco de emoción y de una melancolía extraña, mi niño deberá compartirnos y eso me inquieta.
Con mi primer embarazo, al menos el primer trimestre toda la atención la tenía en mí, además de haber dispuesto en el trabajo una menor cantidad de proyectos de diseño. ¿Tendría que renunciar al proyecto de la Casa Azul? Durante años anhelé ese proyecto y ahora es como un sueño que se aleja más. A veces me siento terrible, al descubrir que me detengo más en lo que pierdo que en lo que gano. ¿Acaso soy una mala madre? Con Javier me inscribí a los cursos que pude, leí muchos libros de maternidad y de modelos de crianza, también sobre la lactancia prolongada. Dedicamos Alex y yo horas de charla y planeación, y con este nuevo bebé no hubo nada de eso, no hubo una semilla sembrada en el corazón, esa angustia de querer y no querer ver el resultado en la prueba de embarazo, el hacer de ello un ritual que compartimos juntos como pareja. ¿Le he negado todo ese amor previo a este segundo bebé?
Creo necesito hablar con Isabel.