Confieso que elaborar un plan de parto me ha dejado un sin número de preguntas y de pensamientos que aún debemos resolver. Con Javi sabíamos que queríamos un parto lo más tranquilo y seguro, y que Alex estuviera presente. Pero ahora es un poco distinto, Isabel es parte fundamental ya, como quien me ha empoderado respecto a este momento, y quien será mi doula; además esta vez quiero que Javi esté, y que Alex sea mi compañero en una forma más activa y no solo como un espectador que el equipo médico pueda hacer a un lado. Quiero algo más tranquilo, más pacífico, obvio quiero que sea un lugar con asepsia, pero también un ambiente en el que podamos fluir con armonía, en el que nos dejen ser y en especial a Lucía. Que ella llegue en sus términos y en sus tiempos, algo que parece que fuera lógico, y sin embargo, muchas veces no cuadra con el frenesí que a veces domina en los ambientes de un hospital.
Hay muchos más factores que solo los “deseos” también las voluntades del personal médico, de quienes asisten, de los protocolos de los centros de atención médica, de mi doula. Puedo querer por ejemplo que dejen la placenta con Lucía el mayor tiempo, pero ese tiempo al final no lo decidiré yo, y eso me causa ciertas dudas y una sensación que no termino de poder describir: ¿rechazo?, ¿resquemor? ¡Miedo!
Antes de tener a Javi, incluso de estar casada, una compañera del restaurante en el que trabajé en la prepa me dijo algunos detalles de su parto que fue en un hospital público, ella recordaba que quienes la monitoreaban le hacían un tacto vaginal a cada tanto, además de no ser nada agradable, la lastimaban e incluso decían ayudarla a dilatar con los dedos. Cuando lo miro en retrospectiva lo que más miedo me da es pensar cómo una mujer vulnerable no tiene voz en este tipo de instituciones, y sé que si ella hubiera protestado habría sido regañada por las enfermeras. El problema radica en que lo hemos normalizado y hasta nos han hecho creer que así debe ser, a las madres y al personal médico. Así que, para mí, los tactos vaginales hechos por personas diferentes, y en especial para ayudar a dilatar, es un no.
Dejé la lista pendiente otro día y me bañé pues me encontraba cansada, me puse mi pijama con sistema de lactancia de manga larga, así no pasaría frío, pero estaría cómoda y lista para darle pecho a Javi, con quien aún mantenemos ese lazo de la lactancia.
Al día siguiente en la sesión del psicoprofiláctico Isabel invitó a una partera que hace partos en agua, valga la redundancia. Al principio la escuchaba con una idea fija en la cabeza, eso no es para mí, es decir, me parece muy bonito y de lejos se ve muy armonioso, sin embargo, igual pensaba que no era para mí, no me parecía que pudiera ser un medio limpio o idóneo.
Conforme el relato avanzaba respecto a su primera experiencia de un parto en agua, su voz fue cambiando, incluso su mirada. Era como si pudiera volver a verlo y esa sensación, sin haberlo planeado de esta forma, llenó la habitación, nos llevó a ese momento con ella. Hablaba de una mística que no alcanzaba del todo a vislumbrar, pero cuando dijo “tiene una magia especial porque al estar ambos, papá y mamá en la bañera eso se vuelve su espacio íntimo, así, los médicos y el personal que asiste queda fuera, atentos, sin que sean un factor intervencionista”. Ahí poco a poco la idea me habitó. Sonaba a lo que pensaba que quería para Lucía, para nuestra familia, y para mí.
Decía que el parto en agua, en su experiencia, era la manera idónea para darle todo el poder a la mujer, devolverle a la pareja en conjunto, y al bebé por nacer, el papel protagónico en el parto. Aun así me preguntaba si era solo un bonito relato, y no así algo real. Solo por un instante me permití soñar.
Alguien preguntó si todos los nacimientos podían ser de esta manera, explicó que “este tipo de parto puede estar indicado en aquellos casos en los que el embarazo ha transcurrido de forma normal, los partos de bajo riesgo, y en los que se supone el periodo de dilatación y expulsivo van a transcurrir, sin complicaciones. En definitiva, se trata de un parto de baja intervención.” Lo que significaba que debía ser como la situación ideal. ¿Teníamos la situación ideal? De momento no ha surgido nada que pareciera contraindicarlo. No obstante, debía preguntar si el tema de mi placenta en el primer trimestre no sería un problema, pues todo ha transcurrido de forma normal después de eso y hasta ahora no me han restringido en nada.
Confieso que lo que más me gustó de toda la plática es cómo concluyó su charla. Por un lado, dijo que en sus más de 30 años de experiencia como partera, la vivencia de un parto en agua es la más espiritual. Con tantos años trayendo niños al mundo y en tantas condiciones, el que asegurara eso me pareció tan real y no una línea para convencernos de tomar esa opción, puesto que después dijo: “No hay que tener una idea fija del parto, ya que es un momento de vital importancia, y cada persona debe valorar las ventajas e inconvenientes de todos los escenarios posibles, y elegir dónde se sienta más cómoda.”
En la noche ya en cama a punto de dormir, Alex me preguntó cómo me sentía al respecto del parto en agua. No supe decirle bien, creo que musité un “suena bonito, ¿y tú?”. Me miró con esos ojos atentos y abiertos que pone cuando quiere mirar más allá de lo que digo. “Creo que es una opción que me gusta”, dijo y sonrió con complicidad. Me preguntó: “¿es todo lo que dirás?” No respondí. Me besó y luego siguió hablando: “sabes cuando ella dijo que era una manera de devolver el protagonismo a los padres y el bebé, apretaste con fuerza mi mano”. Confieso que no lo noté o quizás sí y mis dudas lo habían borrado de mi memoria. Al decírmelo volví a sentir ese impulso que me hizo apretar su mano y recibir una respuesta de él; descubrí que la misma sensación nos había atravesado a los dos.
“Me gusta que se eviten muchas cosas como el suero, la bata, el que los médicos y enfermeras no estarán en medio de nosotros” susurró. Recordé que con Javi no pudo tener esa participación que ambos queríamos ya muy cerca de la expulsión. Y por turnos fuimos diciendo las cosas que nos fascinaban: el efecto analgésico y calentito del agua, la intimidad del momento, la oportunidad de desarrollar el contacto piel con piel casi de inmediato con Lucía; y un largo etcétera que nos llevó parte de la noche decirnos. Con cada frase y minuto me daba cuenta de que nos enamorábamos más de la idea. Entendí la parte del misticismo, no sucedía aún, y ya nos había otorgado una noche de planes, sueños y de estar cerquita el uno del otro, con Lucía entre nosotros.
Hoy que investigo más al respecto, porque mi parte racional siempre me exige una tranquilidad, me doy cuenta de que antes de decidir debo consultar con mi doctora, con mi doula y contemplar las opciones que tenemos para realizar un parto en agua. Reviso también los aspectos de la lista de cosas para hacer el plan de parto, leo todos los aspectos y llego a la parte en que debo pensar qué sucederá con Lucía después, es decir quién la atenderá luego del parto. Así que pienso que ese pediatra también debe ser parte de este momento y del plan, de tal manera que debemos elegir un médico para este momento. Respiro. Y antes de seguir pensando para darle un orden a mis dudas, recuerdo de nuevo la parte que más me ha gustado de la plática: “no solo el cambio de ambientes es menos difícil para el bebé que nace, sino que me encanta mirarlos ya fuera de la seguridad del vientre, tranquilos relajados, sus ojos abiertos y admirando todo. Ese instante en que se enamora de mamá y ella de su bebé, ambos envueltos en la calidez del agua y cómo mamá abraza a su bebé por primera vez, lo besa, lo acuna. Entonces papá se une a ellos en un abrazo y dice cosas lindas para su familia, y el bebé puede desarrollar ese apego natural, recibir su primer alimento, sin que las prisas llenen el lugar, sin que nadie corra a medirlo o pesarlo porque ese momento es único y especial, creado por ellos. Pienso que si bien cada día y cada hora hay nuevos bebés naciendo en el mundo, este momento es único porque es su nacimiento, de ella como mamá y de él como papá de ese bebé; y eso es irrepetible”.
* Testimonio tomado del artículo “Procurando el parto en agua”, publicado en la Revista Artezana No. 4, Edición “Nacimiento” abril-mayo2019, escrito por la partera viajera Ligia Delfin.