Desde hace unos días que todo en casa es una fiesta, una alegría y un prepararnos por completo. En mi última visita a mi ginecóloga le presentamos nuestro plan de parto, la verdad yo moría de nervios, casi pensaba en posponer la cita, pero no es prudente en este caso. ¿Qué pasaría cuando lo leyera?, ¿se sentiría ofendida?, ¿pensaría que le digo cómo hacer su trabajo?, peor aún, ¿que cualquiera puede hacer su trabajo?, ¿nos diría que son esas modas muy en boga que nada tienen que ver con el bienestar real?, (lo he escuchado decir a otros profesionales de la salud). Lo cierto es que con todo y las dudas que tenía quería enseñárselo y defender mi decisión. El parto en agua y en casa es un asunto que muchos médicos no acaban por aceptar, incluso hay hospitales que promueven el uso del agua solo en las etapas previas a la expulsión.
Para mi sorpresa la ginecóloga se mostró receptiva con nuestros deseos, me explicó: "por mi preparación yo sólo te puedo monitorear desde mi consultorio y atenderte en un hospital, pero si buscas una experiencia segura de parto en casa, debes acudir a una partera que tenga vasta experiencia, alguien en quien puedas confiar, que ante todo prime el bienestar tuyo y de tu bebé. Por mi parte te confirmo que tienes un embarazo sano y estás en las condiciones para que todo salga bien". Esa seguridad en sus palabras hizo un gran eco en mi mente. Era como si todo se estuviera colocando en su lugar, la idea de tener que buscar otra ginecóloga para completar mi embarazo me dejaba casi sin aliento. Pero ahí estaba con ella y su gran apoyo. Fue como quitar un velo y poder visualizar al fin este sueño que habíamos construido en las últimas semanas, bueno creo que todo se fue perfilando hacia allá con el paso de los meses, y ahora Lucía nos llevaba por un camino distinto al nacimiento de Javi, y eso nos alegraba.
Casi al finalizar la consulta me miró a los ojos y completó la idea: “si acaso algo se complicara, yo estaría al pendiente para que con una llamada tuya nos veamos en el hospital, pero siento que todo saldrá muy bien". Aun así. quedaba otra duda, ¿quién sería el médico que atendería de Lucía?, ¿cuál podría ser? Le pregunté. Ella me explicó que las parteras están preparadas para llevar a cabo los cuidados inmediatos del recién nacido y el famoso examen de Apgar y también los exámenes físicos que requieren para confirmar que el bebé esté bien. No es igual que te lo cuenten, a que te lo confirme un profesional de la salud, así que Alex y yo salimos de la consulta llenos de fe ante nuestra decisión.
Después de ese día todo se ha concentrado en planear y hacer de esto una gran experiencia. Lucía nacería en casa, de eso no había duda, pero dónde. Con quién. Al salir del consultorio otra gran duda nos absorbía: ¿quién sería esa partera?
Por otro lado, preparaba todo en casa, el “síndrome del nido” comenzó, no solo quería que estuviera limpia, sino en armonía. Hice consciencia de lo que sucedía en mi hogar y con la gente que nos era cercana. Limitamos las visitas de otras personas, dejé de recibir cosas del trabajo ahí y coloqué mis decretos en la pared, frases como “Recibo a mi bebé con total armonía” o “Mi cuerpo sabe cómo parir”, unas bellas flores y objetos que nos ayudaran a visualizar a Lucía en este espacio, en su hogar. A mí siempre me gustó comenzar el proceso de levantarme con la luz de la mañana en la habitación, pero en cambio, mejor preparamos cortinas más gruesas para tener un lugar más íntimo y tranquilo.
Le mostré a mi hijo las fotos de su nacimiento y le platiqué que su hermana llegaría pronto y sería así de pequeña y que él podría verla llegar a este mundo. Su sonrisa me hizo sentir la mujer más afortunada en la tierra, ahí estaba él a poco de cumplir tres años y parecía que era él quien podía explicarme el universo y no que yo le mostraba a él, cómo nacería su hermana.
Al investigar cómo se desenvuelve una partera nos dimos cuenta del papel tan integral que desempeña. Ella es, una persona con la misma autoridad, responsabilidad y don de mando que una doctora en el nacimiento, es solo que tiene una visión y modos diferentes de trabajar. La partera resguarda a la familia en este recibimiento, pero se hace una con la madre para acompañar el trabajo de parto, las contracciones y las emociones. Sobra decir que es necesaria la experiencia, la pericia, el conocimiento, y sobre todo la empatía con los que estarán en casa en ese momento. Llamé a Isabel porque todo se acumulaba en mi cabeza y pensaba que no podía tener dudas en estos momentos. Como doula que es, hizo sentirme en mi centro, y me pidió volver al punto en que el parto en agua se volvió en nuestra opción. Entonces lo vi claro y hablé con Alex, ambos estábamos de acuerdo que la calma de la voz y la emoción que experimentamos a través del testimonio de Sol, la partera que fue a dar la plática en el psicoprofiláctico que nos llevó hasta este punto.
Y si, hablar de nuevo con Sol volvió a tener ese efecto en nosotros, esa certeza y esa calma, queríamos preguntar todo al respecto, las cosas que necesitábamos comprar, el espacio ideal para colocar una tina, pero más bien, fue ella la que nos llenó de preguntas, me preguntó ¿cómo habían sido las emociones alrededor de mi parto anterior?, me preguntó ¿cómo me sentía con Javi y si lo invitaría a presenciar el nacimiento? ¿cómo es la relación con las mujeres de mi familia?, le preguntó a Alex ¿cómo se sentía él con la idea de ser el guardián y el que recibiría en sus manos a Lucía en su llegada?, ¿qué sentíamos por la placenta de Lucía?, establecimos una comunicación directa y honesta con ella, eso nos ayudó a comprender mucho más lo que hacíamos. Ella miró nuestro plan de parto con agrado y nos amplió la información sobre otras alternativas para manejar el dolor o bien ayudar a la labor de parto. Nos invitó a buscar nuestra mejor manera.
Ahí estaba yo marcando una diferencia en los modos de nacer en la familia y eso me alegraba y me reafirmaba el deseo.