Darle la noticia a Alex me puso más nerviosa de lo que pensé, fue extraño decirle y no descubrirlo juntos al ver la prueba de embarazo como lo hicimos antes. Me miró con sorpresa y una sonrisa amplia hizo que parte de mis dudas se disiparan, aunque no evitó que los ojos se me llenaran de lágrimas: Me abrazó y con su voz profunda me dijo el “te amo” que lo contenía todo, el roce de su barba en mi frente me hizo cosquillas y me trajo a tierra, dejé de sentirme loca y al fin abracé con ternura y consciencia este segundo hijo o hija que llegará a nuestra vida.
Con los días, más que en Javier e imaginar si le será difícil o no aceptar dejar de ser hijo único, mi pensamiento se ha detenido en el trabajo. Apenas había alcanzado la rutina que me permitía que todo cupiera: amar a mi familia y procurarla, atender algunos clientes y resolver los retos de cada día de trabajo, pasar las tardes con Javier y tener un tiempo para Alex y para mí. ¿Cómo hacerlo con un nuevo bebé?
Saberme embarazada por segunda ocasión ha dejado más huecos en las actividades del día a día que otra cosa. Eso de combinar la maternidad y el desarrollo profesional es un desafío que siempre me alegró encarar, es solo ahora que comienzo a dudar de mis capacidades. Mis noches sin descanso son una mezcla de nervios por su llegada y querer anticipar todo para que nadie resienta el cambio, pero seamos realistas todo va a cambiar, tarde o temprano lo hará.
Hablar con Javier de su nuevo hermanito o hermanita hasta ahora ha resultado bien. Leí que decirle cuándo llegará con una fecha no sirve, pero sí se le decía que sería después del verano o algo similar ayudaría; decirle que llegaría para navidad no ayudó demasiado, sospecho que aunque recuerda a sus primos y estar celebrando no recuerda qué es una navidad. Tuvimos un poco más de éxito al mostrarle la ecografía, pensé que enseñarle una figura tan pequeña no haría un clic con él, pero sonrió grande, dijo que se iba a parecer a Hipo por que también era gris.
Ayer me encontraba al borde del colapso: Alex ha tenido una semana llena de trabajo en espera de la visita de los inversionistas, y las labores de la noche me han tocado a mi, sola. Javier no quiso guardar los juguetes y la cena se quemó mientras negociaba con él para que alzara todo. ¿Qué haría si esto se repetía mientras sostenía un bebé llorando en brazos? Llamé a Isabel porque no había en mi mente reconciliación con nada.
Ahora escribo desde la calma que me trajo sus palabras: Emma no te has dado cuenta, tienes en tus manos un nuevo proyecto, uno que es mejor que cualquiera, incluso que la Casa Azul. Mira a Javier, es el principio y ahora lo complementarás este nuevo bebé, será como expandirlo, quizá no empieza con la planeación que tuviste con Javier, pero no es algo que no anhelaran, es solo un cambio en el tiempo. Estás, bueno están, Alex y tú juntos construyendo algo mejor que cualquier casa en la que hayas trabajado, lo que hacen es moldear seres humanos, les dan educación, amor, ejemplos. Edifican con las acciones de su día a día y lo que les enseñan los cimientos para una vida, en la que serán el futuro de nuestra sociedad y no creas que lo digo con fines sociales, sabes que eso no se me da. Quiero que veas que no importa si mañana te contratan para recuperar todas las casas coloniales con las que soñaste, nada superará la forma en la que te sientes al ser madre, es eso lo que te hará más feliz que cualquier cosa. Solo no dejes que los cambios te abrumen, recuerda cada sonrisa y juego compartido, ahora serán dos bebés los que sostendrán con sus manos, y les guiarán para que hagan su vida. Eso es lo que significa ser padres, no dudes y sigue adelante, lo seguirás haciendo bien.
Isabel tiene razón, lo digo mientras observo a Javier dormido, no me importa si la casa no es perfecta, él tiene una infancia feliz y de hoy solo recordará que me compartió de sus galletas mientras reíamos sentados en el piso.